Nunca podrás volver a ese pueblo tranquilo de luz gris, de viento y mar, de piedras tibias, donde escribiste algo que parecía ser un poema, el primer poema que escribiste pensando que algún día tu ágil mano sería un palo seco. No podrás volver a la escritura primera, ni al viento ni a la piedra levantada, ni a la hoja que se enreda en la luz para caer bajo la lengua, la cama leve de las palabras. Podrás, por supuesto, pasar tu mirada por ventanas abiertas, tocar residuos de espuma entre las rocas, espacios nutridos de lo que existe en ciernes y la infinidad de objetos que has acumulado en la memoria dilatada del extranjero. Podrás decir con calma que has vuelto. Podrás decir, tal vez, que has vuelto a ese pueblo de luz gris, de viento y mar, de piedras tibias. Pero seguirás sin volver al primer poema, a ese pueblo levantado con palabras, al hogar que comienza y no termina, y se esconde silencioso apartado de tus aguas. Sediento buscarás tu mano, la palparás incrédulo. Dirás que es un palo seco. Un palo seco como aquel con que dibujabas animales y palabras vacías en la playa la primera vez que miraste al mar a los ojos. De J. F. Robles, Especies. Granada: Valparaíso Ediciones, 2022.


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