(Kingston, Jamaica, 1923-2012) Estoy caminando detrás de tres hombres, obviamente estudiantes de licenciatura, que están conversando en voz alta. ¿Por qué tienen que leer a Platón? Hablan de las oportunidades en medicina y leyes… en las computadoras. ¿A quién le importa Shakespeare? ¿Qué es Hécuba para ellos? El estudiante de licenciatura más brillante en Columbia, cuando yo estaba ahí, era un hombre llamado Carlos Fonseca. Charlie venía de Sudamérica, de Uruguay o Paraguay… Exótico, en cualquier caso. Cuando volví de la guerra, me encontré con que la mayoría de mis compañeros habían logrado, de algún modo, evitarla. Dos eran psiquiatras bien establecidos y uno se hacía conocido en física. Charlie estaba estudiando un doctorado. Era suplente de un profesor también, un tipo famoso que, a menudo, se ausentaba. Charlie tomaba sus clases. Sus clases ––me contaron–– eran brillantes. Pero una regla dice: siete años para graduarse, o si no… Él lo intentó, pero, como pasa a menudo con los profesores sin plaza fija, no podía escribir. Aquel año tres instructores fueron despedidos. Uno se lanzó de un techo, otro migró al mundo de los negocios, vendiendo ropa de hombre, y Charlie encontró otro puesto. Una vez un escritor hizo una observación que jamás he olvidado: “Imaginen a un erudito especializado en el Renacimiento y que se encuentra enseñando en una universidad estatal en el Midwest. Piensen en lo que aquel hombre debe tratar de conciliar”. Así mismo era este tipo. Lo podía imaginar creciendo en Sudamérica. Podía ver una quinta de estilo español, flores tropicales, sirvientes. Un ilustre padre en el gobierno. Una madre que, cuando niña, estudió canto en Europa, y más tarde estaba casada con este país alejado de la mano de Dios. Carlos era su tesoro… Para él, la mejor comida, las mejores escuelas. Podía ver su pañuelo despidiéndose mientras su hijo tomaba el barco para Norteamérica. El padre de Carlos no estaba en la dársena. Le hubieran disparado. Como dije, un contexto exótico. Y, ahora, ¿qué vi? La casa en que estaba daba a un campo de maíz. Nada, sino líneas telefónicas y cuervos. Cenamos aquella noche con el decano que trataba a Charlie con lo que sólo puedo describir como desdén. Cuando Charlie se aventuraba de lleno en el tipo de brillante discurso que nos dejaba hechizados en Columbia, el decano interrumpía groseramente para preguntar quién quería más sopa. Había algunos profesores invitados y sus esposas. Cuando Charlie se entusiasmaba con Platón, los vi haciéndose guiños y riendo nerviosamente. Aparentemente, Charlie era el profesor loco. Nunca lo vi de nuevo. Pero un día cuando fui a mi oficina, la gente estaba mirando un afiche, la imagen de un hombre de sonrisa serena. EXPLORE EL UNIVERSO DEL YO CON VADYMIHALY Dr. Charles Fonseca. Comience su travesía en el Camino (Kenshō) y libérese de las ataduras de la ignorancia spiritual. OBJETIVOS DEL PROGRAMA KENSHO: Contactar a mis estudiantes de vidas pasadas y lograr su liberación. Conocer a individuos que están agobiados con dificultades y ponerles en el camino hacia el Auto-Conocimiento, la Iluminación y la Verdad. “¡Ese eres tú!” VADYAMIHALY (EXPERIENCIA): 1465-1493 Maestro Zen, Osaka 1556-1579 Profesor de Teología, Salamanca 1660-1693 Profesor de Filosofía, Heidelberg 1786-1807 Director del Monasterio, Lhasa 1948- Instructor Espiritual Auto-Liberado CADA ANO UN CIERTO NUMERO DE POSTULANTES SON ADMITIDOS al programa Kenshō. Para postular, escribe al INSTITUTO VADYAMIHALY, MESA, ARIZONA. Cuando la vista desde la ventana era un campo de rastrojos y cuervos, mientras se esclavizaba en el sistema, de cuando en cuando se tomaba una pausa para mirar un biombo chino: en él, un hombre pescando en un río entre garzas y nenúfares. Entonces la Inspiración vino. Desde su larga cabellera dorada hasta su pie, O dea certe, fue hacia él llevando la antorcha de una idea. En ese momento, murió para la universidad y renació como Vadyamihaly. “Debo Crear un Sistema o ser esclavizado por el de otro Hombre”, dijo Blake (¡Oh, aquel sonriente y maldito decano de las llamadas humanidades!). La gente nace de nuevo cada día. ¿Y qué es la realidad después de todo? Incluso Shakespeare, que sabía más sobre la vida que cualquiera, al final hizo que Próspero dijera que la vida es un sueño. Todo lo que vemos y usamos fue alguna vez imaginado: la silla en la que estoy sentado, la ventana por la que miro… árboles y techos, han sido imágenes en un arroyo en la que un viejo pesca. *** Louis Simpson, "Herons and Water Lilies " (Originalmente publicado en The Kenyon Review, New Series, Vol. 10, No. 1 (Winter, 1988), pp. 19-22) Traducción: José Francisco Robles
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